miércoles, 23 de marzo de 2016

Olimpiadas de hijos

Nuestra sociedad es muy competitiva, de eso no hay duda: Sueldo, coche, patrimonio, trabajo, conocimientos… Forma parte de nuestra cultura; todo lo comparamos con lo de los demás para ver si ‘nosotros más’; si lo cumplimos nos hace sentir bien, hasta que vemos que alguien nos supera.

Con nuestros hijos, lamentablemente, también pasa: Cuando son bebés comparamos el peso, la altura, lo que duermen, si se dan la vuelta o no, si aguantan la cabeza… Cuando se hacen más mayores seguimos con otros aspectos: Cuándo ha dicho su primera palabra, cuántos dientes tiene, cuánto pesa (esto acostumbra a aparecer bastante a menudo), cuánto duerme… y así todo lo que se os ocurra.



Ya cuando llegamos a la época escolar hay gente que lo lleva a niveles superiores, y es en esta época cuando pueden empezar a aparecer determinados problemas hacia los ‘comparados’ porque (in)voluntariamente se les puede llegar a presionar cuando en realidad no hay nada de lo que preocuparse. Si algún compañero o compañera de clase ya sabe <poner aquí lo que queráis que pueda encajar (escribir, hacer los números, sumar, el pino puente…)> y el nuestro no, más de uno se echará las manos a la cabeza e, inmediatamente, se pondrá a ‘motivar’ su hijo o hija para que se ponga como mínimo ‘al nivel’ de ese ‘que ya lo hace’.

Mal, muy mal si hacemos esto, de verdad, sobretodo si lo hacemos con los más pequeños. Al final lo que importa es que lleguen donde tienen que llegar en el tiempo que los expertos estimen que ha de ser así. Dejemos que cada niño o niña siga su ritmo.

Recuerdo que estábamos preocupados con la HermanaMayor porque no le salían los dientes y muchos bebés de su alrededor ya los tenían. Cuando se lo comentamos al pediatra la cosa fue así: 

- Es que nuestra hija tiene X meses y aún no tiene dientes
- Has visto algún niño sin dientes? Nos dijo el pediatra. 
- No, contestamos nosotros. 
- Pues entonces de qué os preocupáis?

 Esto marcó un poco un antes y un después en la manera de ver algunas las cosas (y que hemos ido madurando con el tiempo), pero a veces es difícil no entrar en determinadas comparaciones; como siempre, la sociedad tiene tanta fuerza que nos absorbe y, cuando nos queremos dar cuenta, ya estamos metidos en el ajo.



Conclusión: Dejemos que nuestros hijos crezcan y aprendan a su ritmo. Dejemos de compararlos y hagamos lo posible para que sean felices siendo quienes son. Evitemos frustraciones y malos rollos. Si los expertos de las áreas que les afectan determinan que tienen un desarrollo normal, no hemos de darle más vueltas.

6 comentarios:

  1. Parece que sea una competición, más entre padres o abuelos, que nada. A mí me pasó con los dientes, si tú a los 4 meses s tenías, cómo es que no tiene (y le salieron a los 7m) y con andar (y eso que caminó con 11 meses)...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lo cierto es que es complicado no entrar 'en el juego'... con el segundo es más fácil, pero con el primero no tanto. Aunque cuando se toma conciencia de ello ya lo puedes intentar evitar (que no siempre conseguir!)

      Eliminar
  2. Pff, tienes razón, las comparaciones sólo nos llevan a agobiarnos. Yo de momento suficiente tengo con mi Brutote como para fijarme en otros niños, pero creo que al final, en mayor o menor medida, todos acabamos cayendo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. A veces es inevitable, me temo. Lo bueno es darse cuenta y tomar distancia con ello ;)

      Eliminar
  3. Cuánta razón tienes!!! Aisssh estas comparaciones q nos hacen dudar a veces, aunque con cada cosa vamos aprendiendooo!!! Un besoote

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Al final me da la sensación que estamos siempre comparando porque somos tan inseguros... pero no solo con los hijos, si no en general.

      Un saludo y gracias por comentar :)

      Eliminar